El Letargo

“de sueños, que bien pueden ser reflejos 
truncos de los tesoros de la sombra, 
de un orbe intemporal que no se nombra
Jorge Luis Borges

Aquí un pintor, uno que yace en el espacio que le permite el recuerdo, la imaginativa, el invento, dos-tres-veinte pinceladas que opacan en su ir y venir el lienzo, esos oscuros, azules, rojos niños que retuercen con su piel la luz que poco a poco se desliza hasta llegar a la ceguera total. Brevemente podemos decir que David Mejía es un pintor que se desenvuelve en un medio que no permite la realización del arte como vocación. He aquí a un pintor que desgrana como las tortilleras el maíz para cocerlo y luego buscar el molino para sacar el sustento, alguien que pese a las adversidades sigue con su vocación.

Al dar un recorrido por la obra del artista a su llegada al Centro Cultural Pablo Tesak, donde inicia dando rienda a su imaginación, con unos trazos coloridos que bien recuerdan su semejanza con un mundo de ensueño, pintura que no determina hacia dónde va a seguir su visión, sino que es más un tanteo que más adelante dejará por completo de lado, es así como surge “hacedora de mariposas”, y así llega a dar un paso cualitativo hacia su obra azul profundo, compuesta por ocho piezas, que más asemejan las facetas de un sueño recurrente, mezclando los azules de la naturaleza en plena noche, vegetación escasa, en abundante presencia de niños que dan en sus pasos el nombre de alguna esperanza. Niños que determinan su camino hacia la luz, llevan con sus alas la sola idea de llegar a algún sitio que no es su hogar, en sus ojos no se descifra si es melancolía o seriedad ante el mundo la que comunican, siendo esta la que demuestra al pintor en una evolución clara, dejando ver un proceso, al pintor y sus tormentos, “un sueño más” muestra un escape al mundo de sueño que domina al pintor, pintura que muestra un agujero por donde explotan entre sí los viejos colores, niños encerrados en el eco indivisible de la oscuridad. “titiriteros” muestran unos rojos que bien pueden ser la dualidad, aquello que viene a lograr el equilibrio entre el opuesto, la seriedad o serenidad no ha podido despegarse del semblante de los personajes, que posiblemente dejan en su brío la alegría.

La pintura “luz1” es un par evidente de “Los titiriteros” pero la diferencia entre ellos la logran el semblante más sereno que logra en los rostros de los niños, en la mayoría de sus cuadros hay muestras de luz, ¿será esto acaso la incesante búsqueda de esperanza? Con el mismo motivo “luz 2” es el mismo personaje en quien se centra, pero el ambiente es diferente, es puesto en un entorno más hostil, donde la “esperanza” acaso no llega a todos, “la pausa” niños en situación de abandono, permanecen en un estado de desconcierto quizá en busca de un sustento que les desate el espíritu. “iniciando vuelo” esta imagen incesante, la soledad, el ser humano ante sí, siempre en busca de la libertad, es habitual escuchar que el artista es un ser solitario, despegado de su entorno y realidad, la espera de un mañana mejor.

Para dejar en sus alas de cartón a los niños, hace falta hablar de un último cuadro, “Esquema de una sonrisa” única obra que deja ver alegría, y luz en estado puro, en el fondo alzan una candela en forma de victoria dos niños, y así en el centro una joven juega en el vacío con un títere, mientras que en el frente se deja ver viva, y casi palpable la sonrisa en un pequeño tocado por la luz finalmente triunfante.